domingo, agosto 10, 2008

Reflexiones de verano



La playa, mi casita, mi familia, tranquilidad, un verano perfecto, salvo.....


Los recuerdos. Cuando dejamos una pareja tendría que darnos una indemnización, no sólo por los últimos meses pasados que casi nunca han sido muy felices (de ahí la ruptura), sino por los siguientes meses en los que vas saboreando recuerdos de tiempos más felices y recogiendo tristezas.


La terracita en la que íbamos a comer el heladito por la noche, la disco a la que íbamos a bailar de vez en cuando, las noches en la terraza de casa cenando y riendo juntos, el restaurante que me enseñó, el rinconcito escondido frente al mar que descubrimos juntos.... ¡ cuántas veces me he quedado callada estos días y he tenido que disimular la tristeza que me invadía de golpe ! ¡cómo le voy a decir a mi familia que echo de menos a CB en tantas y tantas cosas..... !


Y sin embargo ..... estaba harta de él por tantas y tantas cosas..... que no sé porqué tengo recordar los buenos momentos y ponerme triste.


Lo cierto es que durante un tiempo, los 18 meses que dice los psicobiólogos que dura el enamoramiento, me sentí muy, muy feliz con él. Y él conmigo también. De eso estoy segura.


Después él empezó a mostrar su verdadera personalidad, y yo la mía, y el encantamiento se disipó...


Siempre me digo que el enamoramiento entre dos personas es como si de repente bajase la campana de cristal que se ponían el SuperAgente 86 y su jefe para hablar. Estás con tu pareja, con tu amor, en medio del mundo, viendo a todos los demás, pero al mismo tiempo te sientes recogido, cómodo, confortable a solas en tu propio mundo con tu pareja.


Las tormentas no te llegan, la lluvia no te toca, nunca hace frío ni calor, porque allí dentro te sientes a salvo de todo, te basta con tener cerca a la otra persona para sentirte bien. Y todo lo demás casi que no importa siempre que no amenace vuestra campanita de cristal.


Pero un día pasa algo, y la campana muestra una pequeña fisura que hasta ese momento no habías visto, empiezas a mirarla y cada día es más y más grande. Empiezas a ver otras fisuras por otras parte, y te esfuerzas en no mirar, o incluso en taparlas con algo, con miedo y con angustia a que se rompa del todo. En otros casos se rompe de golpe, pero es igual.


En un caso o en otro puedes intentar arreglarlo con parches, con cola especial para cristal, o con celo casi invisible, pero ya nunca será lo mismo.


Mi amiga Angeles me decía hace meses, si está roto no lo arregles, no vale la pena intentarlo siquiera, vete.... y eso hice.


Pero cuando echo de menos aquellos días. Cachis....


Y sé que como siempre, la culpa ha sido mía otra vez.


Pero esa es otra historia......







1 comentario:

Turulato dijo...

Las culpas, amiga mía, nunca son de alguien únicamente. No creo en los inocentes.
Pero si creo en las disculpas, que no en los perdones. Ya sabes; lo escribí. La disculpa es humana, pues necesita algo que justifique el error; y no olvida, diga lo que diga.
El perdón es solo divino. Olvido absoluto, sin justificación, para siempre. Por Amor.

Y aunque es cierto eso que pintas mediante "la campana", creo que hay otra manera.
Soy chapucero; torpe. Pero no quiero campanas. Amo realidades; y se puede amar aquello que no complace.
Hay una manera. Sentir el calor de ir hombro con hombro, sudando y llorando a mares por lo común y dejando de lado el propio triunfo.
¿Qué no?. Pues bueno. Yo sigo con lo mío.